La memoria depende de la formación de recientes conexiones neuronales y el intelecto tiene un número finito de neuronas y un espacio recortado en el que añadir más conexiones entre estas. no obstante, un intelecto sano ninguna vez deja de aprender.
En realidad no existe tal cosa como “un recuerdo”. Cuando evocamos un hecho o un acontecimiento que nos pasó a nosotros, esto se traduce en redes de células interconectadas. A veces, si no podemos repasar un acontecimiento de una manera, podemos traerlo a la pensamiento por medio de conexiones desiguales.
A medida que envejecemos y tenemos cada vez más cosas que repasar, las conexiones se vuelven más complejas. Incluso, cuando nuestro intelecto está sobrecargado, se utilizan las mismas neuronas para varios recuerdos de maneras enormemente flexibles.
Así, es factible que seamos más propensos a confundir acontecimientos o a tener restricciones en repasar, aunque en verdad no podemos decir que “nos hemos quedado sin memoria”.
