El voto electrónico llega a Chile de la mano de Smartmatic

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Smartmatic, líder mundial en tecnología y servicios electorales, empoderó a los ciudadanos chilenos con el voto electrónico durante una elección de tres días realizada en la Comuna de Maipú el pasado fin de semana. Smartmatic es una empresa multinacional especializada en el diseño y despliegue de soluciones tecnológicas orientadas a ayudar a gobiernos a cumplir sus compromisos con los ciudadanos

Utilizando la plataforma de voto multicanal de Smartmatic, los chilenos tuvieron la oportunidad de emitir su voto, ya sea en línea o en persona en recintos equipados con máquinas de votación electrónica. Los ciudadanos de 14 años en adelante tuvieron desde el 11 hasta el 13 de diciembre para decidir sobre el destino de fondos públicos.

Una herramienta que es una expresión que comprende varios tipos de votación, que abarca tanto modos electrónicos de emitir votos por Internet en un sitio web predeterminado con una aplicación propia o externa del sitio o como medios electrónicos de contar los votos para elecciones con máquinas de votación en lugares predeterminados y resguardados tanto físicamente como bajo la tutela de sistemas de seguridad informática.

La votación a través de urnas electrónicas es común en países como EEUU o algunos de Europa, algo que en la Región aún no es una práctica frecuente, aunque muestra ya varias experiencias en modalidades específicas y singulares, en naciones como Brasil, pionero en la materia en 1996, México, Ecuador y Venezuela, entre otras.

Experiencias del voto electrónico en Chile

Su primer acercamiento a este mundo fue a mediados de los años 80, en la Universidad de Chile, cuando hicieron la elección de centro de estudiantes en Ingeniería y no tenían autorización. Entonces José Miguel Piquer se consiguió el listado de estudiantes, generó el padrón electoral y fue el que finalmente usaron para la votación. Ahora fuera del campus, la idea sigue creciendo: “La idea es lograr que la gente pueda votar con las mismas características de seguridad y anonimato, que es lo más difícil”.

“La implementación del voto es difícil, porque se mezclan dos atributos contradictorios: tienes que estar seguro de que la persona es quien dice que es, pero además tienes que hacer que sea secreto. Eso es algo que en papel es fácil, pero en computación es difícil de hacer”.

En Chile, no existen hasta el momento pruebas de voto electrónico en elecciones a niveles nacionales o municipales, sí algunos ensayos, como la elección de consejeros indígenas de la Conadi en 2008, un ejemplo exitoso de la integración de las TI al proceso eleccionario y la experiencia que tuvieron los ciudadanos en Maipu este año.

La diferencia, con Brasil, por ejemplo, es que allí había una alta tasa de fraude electoral, así como una gran demora en el recuento de los votos, algo que con el e-voto tuvo solución. En nuestro país, en cambio, el sistema de sufragios, pese a que podría catalogarse como anticuado, por su estilo manual en base a lápiz y papel, funciona y lo hace “bien”, siendo incluso uno de los más trasparentes y rápidos a nivel global pese a la poca audiencia electoral ahora que es voluntario, lo cual podría traducirse en una estadística errónea de lo que el país podría necesitar efectivamente, pero es muy difícil reemplazar un sistema que ya funciona bien.


Además, a pesar de que en las últimas elecciones municipales suscitó ciertas críticas por la figuración de personas fallecidas entre los potenciales votantes, recuentos que no calzaban y denuncias de extravío de votos, lo que podría dar génesis a una crisis de confianza de la ciudadanía, el tema del voto electrónico no ha sido prioridad en el debate o a nivel normativo, como sí lo ha sido el voto asistido, la inscripción automática, el voto voluntario y el voto de chilenos en el extranjero.

En términos generales, si en Chile optáramos por el voto electrónico se darían varias ventajas, “como facilidad de uso, ubicuidad (votar en cualquier parte), recuento instantáneo y eliminación del error humano en los conteos”, sostiene José Miguel Piquer. Al respecto, el Director Tecnológico de Inria explica que “al mantener un registro electrónico de votantes, no se requiere un libro específico por cada local y los electores podrían ir a sufragar al local que más les acomode”. En tanto, si la opción fuera votar a través de una clave secreta en cualquier parte del mundo, sin duda sería “un sistema más inclusivo”, recalca José Orlandini. Sus ventajas se verían reflejadas, agrega, “en el aumento de participación ciudadana y en las facilidades que podría brindar a los votantes con discapacidad física y que hablen otras lenguas, como pueblos originarios. También posibilitaría realizar consultas más complejas para ciertos temas, pero, sobre todo, beneficiaría a los chilenos que residen en otros países”.

Los recuentos en el primer caso (urna electrónica) serían instantáneos, según explica Tomás Barros, “sin embargo, en Chile el conteo manual de las papeletas es bastante eficiente por lo que no se vería como una gran mejora”. Finalmente, el error en las urnas de papel no es despreciable: “mesas que no cuadran en número de votos, firmas de votantes y números seriales. Esto sin considerar aquellos votos con marcas que dejan en duda si corresponde a blanco, nulo o válido. El uso de voto electrónico reduciría drásticamente el error de manipulación manual”, agrega el ejecutivo de Inria. Sin duda, “significativas ventajas respecto a sistemas convencionales, como conveniencia, flexibilidad, rapidez, exactitud, transparencia, auditabilidad, accesibilidad, costos, etc”, destaca el ejecutivo de Scytl.

Pese a que hay consenso entre los expertos de que un sistema electrónico de sufragio sería beneficioso para Chile, aún queda pendiente resolver ciertas trabas. La credibilidad, para algunos, podría ser la principal de estas. “¿Cómo demostrar a la sociedad que el resultado no fue manipulado?”, señala el Académico de la UCH. Y es que al ser PCs los que reciben los votos y los contabilizan, resulta -a su juicio- muy difícil comprobar que no hubo fraude, en particular si sospechamos del organismo que organiza la elección o del proveedor de TI.

Para Tomás Barros, a diferencia del sistema tradicional en papel, donde la gran mayoría de la población actúa como observador que da garantías de la transparencia del proceso, en el sistema electrónico “el mayor riesgo es que cualquier cuestionamiento puede introducir dudas y suspicacias que son mucho más difíciles de aclarar a la población general”; se requiere cierto nivel de conocimiento técnico en los observadores. Por eso se suele usar un sistema de respaldo en papel donde se imprime el voto, además de la versión electrónica.

Entonces, la seguridad sigue siendo un reto en todos sus aspectos: privacidad (que no se sepa por quién se votó), integridad (que no modifiquen los datos), precisión (que los votos estén bien contados), auditabilidad (que se puedan verificar los votos), etc.

“Es complejo, ya que hay que dar garantías que pueden parecer incluso contradictorias”, sentencia el Director Tecnológico de Inria. En lo concreto esto es: asegurar al ciudadano que no es posible conocer su opción, ni siquiera para quienes administran el sistema, pero al mismo tiempo garantizarle que, a pesar de no saber por quién voto, su elección fue incluida en el conteo y en la opción correcta. “Afortunadamente existen técnicas y protocolos criptográficos que pueden dar respuesta a estas necesidades”, indica. Así opera la banca comercial y diariamente miles de millones de datos son transferidos por la red sin problema; nadie se cuestiona efectuar transacciones electrónicas bancarias por seguridad. Por lo mismo, pese a este reto, la seguridad “de ninguna manera puede ser un obstáculo para los sistemas de votación electrónica”, expresa el ejecutivo de Sonda y añade que “si Chile desarrolla una buena institucionalidad que resguarde los datos, el riesgo será muchísimo más bajo con mecanismos de votación electrónica que con mecanismos de votación manual”.

Al respecto, Edgardo Torres Caballero enfatiza que “el riesgo de cualquier sistema de votación no radica en la solución en sí, sino en los individuos que lo manejan. En este sentido los formatos tradicionales son más propensos a errores o fraude, que un sistema electrónico que contiene medidas de seguridad, cifrado de la data o aseguramiento de la misma, trazabilidad, y transparencia procesal, que limitan y previenen la manipulación o error humano”.

Implementar algún sistema de voto electrónico en Chile, coinciden los expertos, representa sin duda un gran desafío, que requerirá un cambio tecnológico relevante que puede tardar años, así como una inversión importante y el involucramiento por parte del Estado, junto con aspectos políticos, legislativos, educacionales y sociales, pero se trata de un gasto y esfuerzo iniciales que terminarán generando ahorros y múltiples beneficios. Una suma y resta que arroja un resultado positivo.

Lino Cisterna

CEO&Founder RevistaProware.com Aficionado a las Ciencias & Tecnologías, Física Teórica, (G)Astronomía, Sociología, Psicología, Teorías de Tecnologías (AAT).

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