Fusionando la inteligencia humana con las máquinas

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Conectar un cerebro a una computadora podría ser tan fácil como conectar un disco duro externo a tu computadora. Al menos eso es lo que prueban los experimentos de un grupo de científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y del RIKEN de Japón, que han conseguido eliminar los malos recuerdos de la mente de un ratón. Tras recibir una descarga eléctrica, los científicos borraron de la memoria del animal cualquier reminiscencia de ese momento, incluido el lugar en el que había recibido la traumática experiencia.

Pero si lo que le interesa es agregar información a su ‘computadora’ cerebral, científicos estudian desde 2011 la retroalimentación descodificada, es decir, descargar información en nuestro cerebro. A juzgar por los artículos ublicados por estos especialistas en neurología de la Universidad de Boston, aprender a tocar instrumentos o hablar un nuevo idioma sería cuestión de una noche. Ni siquiera tendríamos que esforzarnos porque incluso podríamos descargar la información en nuestra mente, mientras dormimos.

Y si lo suyo es el trabajo en equipo, otro grupo de la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, el pasado febrero encontró la clave para conectar en red los cerebros de dos ratas a través de Internet. Los animares fueron capaces de comunicarse mentalmente, de manera que cuando una presionaba una palanca, la otra hacía lo mismo. Lo sorprendente del experimento es que una de las ratas se encontraba en Estados Unidos, mientras que la otra estaba en un laboratorio de Brasil.

Evolución

En los últimos 2 millones de años, el cerebro humano ha ido creciendo de forma constante; sin embargo, recientemente se ha producido un cambio sorprendente desde hace unos 20.000 años: nuestro cerebro está menguando. La reducción es tal que si se mantiene este ritmo, los científicos predicen que en unos 2.000 años más nuestros cerebros no serán mayores que los de nuestro antepasado el Homo erectus.

¿Por qué se está produciendo esta reducción en el tamaño de nuestro cerebro? Porque nuestra biología está basada en la supervivencia y no en la inteligencia. Para permitirnos crear herramientas, usar el lenguaje… necesitábamos un cerebro más grande para prosperar. Ahora que ya nos hemos estabilizado, esa necesidad se ha disipado y, por tanto, nuestra inteligencia se ha vuelto “menos necesaria” en nuestra especie teniendo en cuenta el coste en energía tan alto que requiere mantener en funcionamiento nuestro seso.

Ante este impedimento comprensible en la naturaleza, algo nos está haciendo más inteligentes a pesar de la reducción de nuestro cerebro. Aquí es donde entra la tecnología. Gracias a ella hemos podido volar o movernos más rápido, por ejemplo. En la actualidad, con la revolución de Internet en pleno apogeo, la red de las máquinas y la red de la inteligencia humana parecen unirse como una sola.

¿Y si pudiéramos tener toda esa información contenida en las redes en nuestra propia mente?

La interfaz cerebro-ordenador (BCI, Brain Computer Interface) es una tecnología que se basa en la adquisición de ondas cerebrales mediante chips implantados y conectados directamente a las neuronas. Estas ondas son procesadas e interpretadas por una máquina u ordenador. El primer implante de este tipo fue desarrollado por el neurocientífico John Donoghue de la Universidad de Brown (EE.UU.) e implantado en un paralítico en 2004, permitiéndole controlar dispositivos eléctricos solo con sus pensamientos. El sistema es sorprendentemente sencillo: las señales eléctricas del cerebro son enviadas a una máquina que las interpreta y formaliza en forma de orden en dispositivos eléctricos como pueden ser una silla de ruedas o un brazo robótico.

¿Será posible conectar nuestra mente directamente a una máquina u ordenador y poseer la totalidad de la información como uno más de nuestros pensamientos?


Una vez que entendamos todos los rincones de nuestro cerebro es posible que podamos recrearlos y construir un sistema aún más inteligente. Pero, este enfoque parte de la base de que muchos de los funcionamientos internos del cerebro son aún un misterio para nosotros. Además recrear un cerebro tampoco sería la solución. La inteligencia del futuro no pasa precisamente por una zona estriada ni por grasa ni por sangre.

Según un reciente estudio de la Universidad Tufts (EE.UU.) la inteligencia no se puede replicar creando la misma red de interruptores de encendido y apagado que poseemos los humanos, sino que debemos centrarnos en la red como un ente individual, como la misma red Internet. Internet es el mejor candidato para la inteligencia de las máquinas: puede trabajar en paralelo, se puede comunicar a través de largas distancias y también comete errores.

La convergencia entre las redes de ordenadores y nuestras redes neuronales parece ser la clave para conseguir crear una inteligencia que fusione máquinas y humanos, diferente a los superordenadores actuales que conocemos como Deep Blue o Watson de IBM: una verdadera inteligencia artificial.

“A pesar de que Internet aún se encuentra en una etapa temprana de su evolución, podemos aprovechar el cerebro que la naturaleza nos ha dado y hacer converger las redes de ordenadores y las redes neuronales. Esta convergencia resultará clave para crear verdadera inteligencia en máquinas artificiales”, explica Jeff Stibel, neurocientífico de la Universidad de Tuft (EE.UU.).

Avance Real lejos de la Ciencia ficción

Científicos de la Universidad de Harvard dirigidos por los profesores Mark Hyman y Charles Lieber han desarrollado una técnica que promete revolucionar por completo la neurociencia. Se trata de un sistema de electrodos a escala nanométrica que se implanta en el cerebro mediante una simple inyección.

Hasta ahora, conectar dispositivos al cerebro era una práctica llena de dificultades, comenzando por el acceso al cerebro, y continuando porque la mayor parte de dispositivos provocan rechazo en el paciente, y tienen que ser retirados o movidos cada poco tiempo para no provocar inflamación. La técnica ideada por Lieber y Hyman es mucho más elegante, y ya ha sido probada con éxito en ratones.

La base del procedimiento es una malla de fibras conductoras que soporta todo tipo de sensores a escala nanométrica. La malla se pliega en una solución acuosa y se inyecta sobre la corteza cerebral con una simple aguja de diámetro normal cuyo único requisito es que debe ser más resistente. Tras inyectarse, la malla se despliega y cubre la parte deseada de corteza cerebral. “La malla es un millón de veces más flexible que los implantes actuales. Es como si no estuviera allí.” explica Lieber.

Una vez desplegada, la red permite monitorizar la actividad nerviosa en tiempo real y hasta estimular diferentes áreas del cerebro. Lo mejor del invento es que ni siquiera es complicado de fabricar. Su manufactura está al alcance de cualquier laboratorio mediante técnicas convencionales. El equipo de Lieber y Hyman la ha desarrollando depositando nanofibras conductoras sobre un sustrato de polímero soluble que permite que las fibras se unan hasta formar una red.

La Universidad de Harvard ya ha solicitado una patente provisional sobre la red y está buscando oportunidades de comercialización. No parece que le vayan a faltar empresas interesadas. Las posibilidades de la red neural son enormes. Para empezar, permitiría tratar de una manera nueva y no invasiva multitud de enfermedades neurodegenerativas y hasta algunos tipos de parálisis. En el futuro, ¿quién sabe? La red abre la posibilidad de implantar una interfaz neuralpara dispositivos electrónicos de forma fácil y sin rechazo para el paciente.“Puedes ir al médico, recibir una inyección, y salir de la consulta ya conectado” explica Lieber.

Nature Nanotechnology / Phys.org /Otras

Lino Cisterna

CEO&Founder RevistaProware.com Aficionado a las Ciencias & Tecnologías, Física Teórica, (G)Astronomía, Sociología, Psicología, Teorías de Tecnologías (AAT).

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